Rubor Durazno

Se levanto de su cama vacía a su costado, sí, la había dejado, maldijo al sol por salir de nuevo, se puso los zapatos y se miró al espejo.
Sus ojos estaban hinchados, hinchados de desvelo, de llanto, de amargura, sus mejillas por lo regular de un tono durazno estaban pálidas y sin vida, sus labios resecos, inflamados y partidos por morderse las ansías y las ganas de salir corriendo.
El cabello enmarañado, el cuerpo abatido, y las manos cansadas de apretar la almohada.

No tenía ganas de desayunar, ni de trabajar, de ver televisión o de escuchar música. No entendía por que. ¿Que habia hecho mal? Analizó, todos sus movimientos, sus palabras, sus gestos y no encontraba nada, hasta que recordó una frase que él había mencionado una tarde en el jardín "Aquella chica si que es linda", sí , se atrevió a pronunciarlo aún con ella a su lado. ¿Era eso? ¿Un par de piernas largas y un deslumbrante cabello rubio era lo que el quería?. Idiota, pensó. Aún así decidioó hacerlo y tomó su bolso para dirigirse con su amig@ "Lola".
Tan solo la vió, la sentó en una silla y comenzó a hacer su trabajo. La tijeras pasaron por su despeinado cabello como cuchillas cortando maleza, ese castaño cenizo definitivamente no era su color, un caoba rojizo sin duda alguna resaltaría sus bellos ojos verde aceituna, algo de pintura por qui, reflejos por allá, algo desvanecido y en capas. El carmesí se deslizaba por sus labios cubriendo las imperfecciones, después de reposar la cáscara de papa en las ojeras, estaba lista para ese delineador negro que abordaba el nacimiento de sus pestañas, rimel, y sombra en el párpado inferior, durazno en las mejillas. El sonido de la secadora se dejó de escuchar y estaba lista para reencontrarse a sí misma.
Sonrió al espejo y le dió un abrazo a Lola. Caminó un tramo de la acera y vio su reflejo en el aparador de una tienda. Pensó en lo irónico de la situación y saco una toallita húmeda para limpiarse la cara. El rojo se desvaneció de sus labios, el beige de sus mejillas era el propio, sus ojos no delineados brillaban como nunca. Dejó que el viento despeinara un poco su cabello perfectamente moldeado y suspiró de alivio. Entonces lo vió, justo en el jardín de enfrente en una banca , esperando a alguien quizas, se atrevió a cruzar la acera para que el la viera un poco mas de cerca, se petrificó al verla sin un ápice de tristeza en su rostro, sin signos de que le extrañara, sin una gota de infelicidad en su cara. Ella se dio la media vuelta y sonrió al sol por haber salido de nuevo.

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